cabrillas con tomate
- 20-40 min
- Media
- 4 personas
Ingredientes para cabrillas con tomate
Cómo hacer cabrillas con tomate
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Hoy es momento de preparar un plato que es de esos a los que amas u odias. Hablamos de los caracoles, también conocidos como cabrillas. Vamos con la receta de hoy de cabrillas con tomate. Empieza por Lavar bien las cabrillas en el fregadero solo con agua clara. Para ello intenta no romper las conchas y hazlo hasta que las veas bien limpias. Durante el proceso, ve apartando a una cacerola con tapadera las que vayas dejando limpias. Así hasta que estén todas. A continuación, pon la cacerola con las cabrillas a fuego muy lento con agua hasta casi cubrirlas. Se trata de que vayan sintiendo el calor, saquen los pescuezos y sin darse cuenta mueran todas con las cabezas fuera de su concha. Cuando estén cocidas (aprox. 15 minutos), apartar la cacerola, tirar el agua y dejar en espera las cabrillas.
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Ahora vamos a poner una cacerola con el aceite de oliva y freír los dientes de ajo enteros y sin piel. Cuando estén apartarlos en un mortero. Fríe también la miga de pan y cuando esté un poco dorada, apartar también en el mortero junto a los ajos. Añadir a estos las especias surtidas molidas y majar. Deja en espera el majado. Ya casi estamos. Para el último paso, pica la cebolla, los pimientos y algunos ajos más y sofríe. Cuando estén, añadir la lata de Tomate Frito Casero 100% Natural Gallina Blanca y tritura la pastilla de Avecrem Caldo de Pollo y rehógalo. Una vez ya lo tienes solo te faltará añadir las cabrillas y el majado que tenías apartado en el mortero. Agrega un poco de agua hasta cubrir y dejar cocer a fuego lento aproximadamente 15 o 20 minutos hasta que reduzca la salsa. Ya lo tienes, esperemos que te haya gustado esta receta de cabrillas en salsa.
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Como curiosidad te contaremos que hay que remontarse a los orígenes culinarios de esta costumbre es difícil, aunque muchas fuentes apuntan a que viene de la época romana. Se cree esto, ya que los romanos son la primera civilización que se cree que empezó a cultivar caracoles, ya en esa época se les consideraba un manjar. En la época romana, Plinio el Joven, en su “Naturalis Historia”, describió los primeros criaderos, concebidos por Fulvio Lippino, considerado el fundador de la helicicultura. Seguramente cuando pensamos en caracoles los relacionamos directamente con los franceses. A los galos su pasión por este animal les viene directamente dada de los franceses. Roma enseñó a los galos el amor por los caracoles y los franceses no olvidaron la lección. Su de consumo de caracoles se disparó en la edad media y eso que a principios de esta época los criaderos de caracoles desaparecieron. Una curiosidad histórica de estos animales es que, a pesar de ser un animal completamente terrestre, el Papa Pío V, que era un gran consumidor de este molusco decidió que era óptimo que se consideraran peces, para poderlos comer también en el período cuaresmal. Los caracoles fueron un recurso indispensable durante las hambronas cíclicas que azotaron Europa en el siglo XVII. Debido a que el hecho de que se consideró una comida tan humilde, en París se le cogió una cierta tirria al caracol. Se decía que solo los comían los camperoles es sus sopas. Finalmente, escargots volvieron a estar en de moda a partir del 22 de mayo de 1814, cuando el chef del Príncipe de Tayllerand, los utilizó para elaborar un plato que enamoró al Zar Alejandro I.
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